La
primera vez que lo vi, la noche misma en que el huracán Elena amenazaba con
arrojarse sobre nosotros, creí que era un
estúpido gringo más, uno de esos que abundan en San Esteban durante la
temporada de verano buscando emociones más propias de Hawái que de una pequeña
aldea de pescadores, temporalmente elevada a la categoría de balneario y que
tras el anuncio de la tormenta aproximándose, abandonaran el lugar con el rabo
entre las patas.
No
podía culparlos, un huracán de cualquier
categoría, es cosa seria en el Caribe, pero el rencor al verlos vaciar San
Esteban, como ratas escapando de un naufragio, no es algo con lo que se pueda
discutir y aunque éste tipo hubiera decidió quedarse, mi antipatía se dirigía a
él como embajador de todos los suyos.
Al
principio no me dijo su nombre. Era un hombre bien parecido, tirando a guapo
pero de un modo interesante, si es que te gustan los hombres. Alto, delgado y
nervudo, con la piel bronceada, cabellos negros y ojos celestes que mantenía
una ausente y nostálgica sonrisa a flor de piel.
Sin
embargo había algo en él que no encajaba, para comenzar no estaba vestido de
turista y en segunda había en sus ojos una suerte de arrobamiento diferente de
la que se obtiene por medio de las drogas o el alcohol. Por momentos parecía no saber en dónde estaba
parado o quizás era simplemente la expresión del que espera sin esperanza.
—Le
sirvo algo — pregunté en cuanto se dejó caer sobre un taburete frente a la
barra del bar “El destino” en donde esa noche — un servidor — trabaja como
cantinero a pesar de la lluvia que desde la tarde se hacía sentir, en rachas
cada vez más violentas.
—agua
— dijo sin más.
—agua
será — musité colocando un vaso antes de llenarlo del cristalino liquido.
Aunque
no dije nada, me resultó extraño que
pidiera agua. Algo con respecto a una cierta e imaginaria maldición, hacen que
prefieran saturar de alcohol sus estómagos e hígados que arriesgarse a beber de
lo mismo que los nativos.
Usualmente
los gringos no beben—cuando están en San Esteban— otra cosa que no sea alcohol,
en todas sus formas y variedades: cerveza a medio día en la playa, Ron en
cocteles servidos en la terraza del único hotel del puerto, vodka en los las
nocturnas fiestas playeras que por alguna razón ellos llaman Luau y nosotros
lunadas
—Gracias
— musitó y se llevó el vaso a la boca en donde permaneció un largo momento
mientras aquel gringo loco, miraba al vacio.
—¿Todo
bien? — pregunté después de que una racha de aire hizo vibrar el techo metálico
del galpón donde funcionaba el bar.
El
gringo se alzó de hombros, como dando a entender que si a pesar de la conmoción
y después vació su bebida de un solo trago, tras lo cual me indicó que volviera
a llenarlo.
Le
serví tres vasos, uno tras otro, de agua limpia y fresca que para efectos
prácticos y seguramente tras el paso de Elena costaría lo mismo que un Bloody
Mary.
Después
de saciar su sed y por un largo rato el gringo se mantuvo en silencio,
cavilando sin duda en algo que cuando comenzó a contar solo pude pensar que
estaba loco.
—¿La
conoces? — me preguntó mirando al fondo de la barra en donde una vieja y
descolorida fotografía languidecía en medio de la mugre de los días.
—¿A
quién? — pregunté mirando a donde su vista se dirigía.
—A
ella — señaló levantando la mirada.
No
tuve que acercarme para saber de quién se trataba —Elena — murmuré su nombre
con miedo. En San Esteban no existía una sola alma que no hubiera escuchado de
Elena, su historia, mitad leyenda, mitad crónica, era contada de generación en generación
desde unos cincuenta años atrás como la de la mujer que el mar se llevó en día
de su boda.
Nunca
me gustó y ahora, para hacer las cosas más amenazadoras, un huracán con su
nombre se venía sobre nosotros.
—Elena
— repitió y por primera vez en la noche vi un poco de interés en sus ojos, — la
mujer de los ojos de ámbar…
Por
reflejo me santigüe, mencionar a los desaparecidos nunca es bueno, preguntar
por ellos como si aun vivieran, es aun peor.
—la
he visto —dijo.
—
En sueños quizá — respondí tratando de aparentar indiferencia. Elena era un
asunto de los lugareños, no una leyenda para ser contada por gringos locos.
—Tiene
la piel más bella que haya visto — los ojos azules del tipo se perdieron en la
lejanía — tan delicada como la seda y del mismo color de la canela; sus labios
eran blandos, tersos, deliciosos…
—Hey…—
traté de callarlo, pero él me ignoró y siguió hablando.
—Siempre
me han gustado las noches de luna — dijo y bebió otro trago de agua — fue en
una noche de luna hace casi 20 años que encontré un dólar de plata que brillaba
sobre la tierra negra del huerto como una copia
de la que resplandecía en el cielo.
—Aja…—
respondí repartiendo mi atención entre él y la vibración que el viento imprimía
en las paredes del galpón.
—En
una noche igual me estrené con Missy en el asiento de atrás de mi viejo Mustang—
el gringo sonrió con nostalgia y luego siguió —también había luna llena la
noche que conocí a mi prometida y fue una de las más bellas y grandes que
hubiera visto, con la excepción de la que brillaba a la orilla de la playa una
semana atrás.
—¿Qué
ocurrió? — pregunté sin estar seguro de querer saber
—Ella
— murmuró en un tono tan bajo que no estaba seguro de haberle escuchado.
Al
escucharlo sentí un escalofrió recorrer mi espalda. Tocado…pensé, comprendiendo la razón de esa extraña mirada, tocado, no loco.
—Ocurrió
que ella estaba ahí — dijo y sonrió — en medio de la fiesta y la fogata,
bailando al ritmo de los tambores, con el cabello oscuro y rizado flotando
libre y las caderas ondeando suavemente.
—Elena
— repetí el nombre y de nuevo me santigüe.
—
Si…Elena.
—¿Qué
hiciste? — las preguntas seguían surgiendo de mis labios, aun en contra de mi
voluntad. El gringo me miró y dijo — nada.
—Nada
— repetí como un idiota.
—Nada
al principio — se corrigió — no sé porque fui a la playa esa noche, no tenía
ganas de ir, es decir…
—¿Es
decir?— lo urgí a continuar.
—Mi
prometida no estaba conmigo — dijo y me miró como tratando de apelar a la
compresión que sólo un hombre tiene de los motivos de otro.
—Y
tu no querías serle infiel — terminé por él.
—No…no
fui con esa intención — se mesó los cabellos — no vine a San Esteban por
placer, tenía que hacerlo, es mi trabajo…¿Sabes?
De
pronto algo en toda la locura cobro sentido, su edad y aspecto no encajaban con
la pinta de los desquiciados que se emborrachaban en la plaza y amanecían
picados por los mosquitos después de dormir sobre la arena— alguien te envió a
traer algo.— dije y me acobardé.
—Fedex
— dijo alzándose de hombros — y se supone que era un asunto fácil de despachar…Es simple, me dijeron, vas entras el paquete
y te marchas, — me explicó, — pero hubo un inconveniente y tuve que
quedarme una noche.
—La
noche de luna llena…
—Si
— asintió — una luna como jamás vi, una fiesta en la playa y yo tan sólo quería
una cerveza, y mirara a la gente para no sentirme tan lejos de casa.
—¿Lo
conseguiste?
—Un
poco al principio —respondió con aire
ausente a mi pregunta —esa noche había mujeres para mirar: rubias, chicas de
piel oscura, morenas, altas, esbeltas, bajitas y regordetas, y yo miraba, porque
como siempre me decía Kitti , mi prometida, — aclaró él — Nick puedes ver pero
no tocar…
—¿Y?
—La
vi entre la gente y me sentí…hipnotizado… por su baile…por la forma en que la
larga y vaporosa falda, del color mismo de un ocaso, flotaba con sus
movimientos… por el brillo de su piel contra las llamas, el colgante de su
ombligo, la blusa que apenas cubría el borde de sus pechos…no sé si fue la
combinación de la música, la noche y la mujer que me hicieron olvidar. Esa
danza alrededor del fuego me hizo sentir de un modo que nunca antes fui capaz
de experimentar. — bebió un trago más de agua y reanudó su historia— como si el
mundo fuera nuevo o yo estuviera más vivo, como si todo…todo… lo que alguna vez
deseé o soñé pudiera hacerse realidad, de pronto yo ya no era más Nicholas sino
otro hombre, uno primitivo, fuerte pero real, vital…¿comprendes?
—Dicen
que ella tiene ese efecto —asentí con un poco de envidia.
Él—
Nick — porque ahora sabía el nombre cabeceó — lo tiene.
—Lo
siguiente que supe fue que mi cerveza estaba caliente — sonrió de nuevo — y no
tenía idea de cómo había ocurrido. Miré alrededor y recuerdo que me sentí
extraño como borracho, aunque no había tomado nada.
Olvidé
a Kitty y el compromiso, olvide donde y que estaba de paso, olvide y sólo quise
hablar con ella. — me miró y parte de esa urgencia coloreo su mirada.
Asentí,
el volvió a narrar.
—Tuve
la urgencia de llamar su atención pero no sabía cómo hacerlo, normalmente no
soy un hombre aventurero, es decir — trató de explicarse — siempre sentí que
con mi prometida tenía mujer de sobra.
—Hasta
que viste a Elena.— terminé por él.
—
y todo cambio,— sacudió la cabeza tratando de despejársela —. No podía pensar
en otra cosa que en tocar esa piel, comprobar si era tan suave como me lo
parecía. Deseaba besarla, probar el sabor de sus labios, apoderarme de ella
antes de que otro lo hiciera.
Me
miró buscando comprensión así que se la di en un gesto.
—¿Sabes?
Nunca fui posesivo, incluso Kitty me decía que parecía tener hielo en las venas
— siguió, — pero con ella sí.
—Elena.—
pronuncié su nombre mientras el viento y la lluvia arreciaban.
—Elena…
— saboreo el nombre —de pronto la quise para mi, de un modo completo, como
nunca desee a otra mujer, era más que un deseo una obsesión. Me fijé en cada
detalle: el movimiento de sus senos, la patina de sudor que cubría su piel de
canela, el leve ondular de sus caderas, los giros de sus cabellos oscuros, el
brillo de sus ojos al danzar…
No
pude evitar que sus palabras me excitaran al imaginarla.— sigue — le pedí a
pesar de que el viento incrementase su fuerza.
—La
música cambió — dijo Nick y comprendí — de una invitación a danzar sin freno,
la playa se llenó de una suave melodía, vi a las parejas abrazarse, sus cuerpos
unidos frente a las llamas y no pude resistir más…fui a ella.
No
sabía su nombre, ni su edad, ni porqué estaba ahí pero sí, que no podía dejar
esa oportunidad. De donde obtuve el valor tampoco sé, sólo que antes de que
pudiera pensar en otra cosa la tenía entre mis brazos.
—¿Cómo
es? — pregunté incapaz de detener mi lengua.
—Hermosa—
dijo y me pidió con un gesto otro vaso de agua que le serví de inmediato, —
mucho más … tiene los ojos más grandes y expresivos que haya visto, cejas
delicadas y largas pestañas oscuras.
—¿Y?
Nick
se tocó la cara — sus pómulos, nariz, labios carnosos…perfectos — dijo y miré
la borrosa fotografía en busca de esos rasgos.
—¿Vives
por aquí? le pregunté — siguió contando —
y en ese momento me sentí de lo más idiota, torpe como un adolescente en mi
primera cita.
—¿Qué
dijo ella?
—sólo
sonrió y sin más entrelazó sus brazos en mi cuello como si hubiera esperado por
mi toda la noche.
No
supe que decir así que Nick continuó — La sentía tan pequeña entre mis brazos,
su talle delicado, sus hombros delgados, su rostro apenas me llegaba al pecho.
Inhalé el aroma de su piel y juro — dijo mirándome sin vacilar — que nunca
olvidaré esa fragancia a mar, canela, coco y vainilla.
Ella
se apartó y a duras penas la dejé hacerlo, pero en vez de marcharse Elena
comenzó a bailar… para mí.
El
ritmo se volvió lento, el aire pesado, tanto, que no podía respirar. Ella
giraba seduciéndome haciendo que la noche ardiera entre las llamas de mi deseo.
Su rostro tan cerca, esa boca pedía ser
comida a besos, tan roja como una fresa
madura e igual de dulce… Mis manos grandes y toscas en su cintura…
Nick
calló, pero no hubo necesidad de palabras para imaginar lo que ocurrió. En mi
mente lo vi besarla, vi sus labios devorarse, sentí su hambre y supe sin que él
lo dijera lo que había ocurrido.
No
soy un voyeur y nunca me he considerado un pervertido, pero esa noche los
recuerdos de Nick eran tan vívidos que en medio de la tormenta, en mi mente se
hizo el silencio y pude percibir el instante mismo en que buscaron la intimidad
que sólo la playa, el mar y la oscuridad pueden dar.
Los
vi desnudos sobre la arena, la boca de Nick devorando un perfecto par de pechos,
coronados por pezones oscuros como el chocolate, el rastro de saliva
extendiéndose sobre el vientre plano y moreno, la lengua masculina que
saboreando el pircing que adornaba el perfecto
ombligo. Vi el rostro de Nick entre los muslos abiertos de Elena, los pétalos
de su flor brillando bajo la luna con el glaseado del deseo, abiertos en un
beso de boca a boca, escuché sus gemidos, sus gritos de salvaje abandono, las
marcas que dejaba sobre la espalda de su amante.
Los
papeles cambiaron y la vi, a ella, de rodillas, sometida y dominante a la vez,
el erecto y duro miembro masculino envuelto por coral rojo de sus suaves
labios, sus pechos subiendo y bajando con el compás de su agitada respiración,
las manos de Nick sobre sus cabellos, urgiéndola, moviéndose al ritmo de las
olas.
Los
vi disfrutar uno del otro: ella a horcajadas sobre la hombría, sus movimientos
salvajes, el sudor resbalando entre sus cuerpos, el giro sobre la arena, Elena
yaciendo sobre su espalda, los muslos delicados recibiendo el embate de Nick,
gruñidos de placer, gemidos de abandono, antes de terminar en la más animal y
primitiva posesión de un macho tomando desde atrás a su hembra.
Afuera
rugía el viento y la lluvia se abatía con
violencia y en el desierto bar tan sólo Nick y yo estábamos en medio de la
oscuridad y del peligro.
—Ella
vendrá…— musitó de pronto Nick y sonrió
de verdad —por mí.
—¿Cómo
lo sabes? — pregunté con miedo, mientras el viento, como una mano gigante,
jugaba a despedazar el bar.
—Solo
lo sé — dijo en el momento en que el tejado del galpón se arrancó de cuajo.
No
me detuve a esperar lo que se venía encima, escapé del “Destino” dejando a
Nicholas con el suyo y salí de los despojos de lo que había sido un bar, justo
a tiempo para ver al mar abrirse y devolver a la mujer que se había llevado mucho
tiempo atrás, vestida de novia avanzando
sobre la arena mojada, rumbo a encontrarse con su amante.
Malena
Cid
2012©Todos
los derechos reservados.
Malena, gracias por pasarte por mi blog! Muy lindo el tuyo también!! Estaba buscando el botón para afiliarte pero no lo encuentro :(
ResponderEliminarPasas por el blog y me lo dejas?
Un besito nena, cuídate!!
Malena, lei "Elena". Me a encantado, me transportaste y me envolvio el lugar, no podia parar de leerte.
ResponderEliminar¡Felicidades¡
http://www.pasionesdelalma.com
http://pasionesdelser.blogspot.com
Muchisimas gracias, el que lo hayas leido es un enorme halago, es lo que todo escritor deseea.
ResponderEliminarUn beso y espero que nos sigamos leyendo.
Malena
Blueberry, temo que soy un dinosaurio en cuestiones de botones, estoy, de hecho, trabajando en uno, por favor, podrias pasarme el tuyo para que lo afilie? me encanta tu trabajo
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