martes, 17 de septiembre de 2013

Sand

Elana cerró los ojos y dejó que las manos de Sand recorrieran sus pechos. Un calor, no del todo desagradable, se extendió desde el vértice de sus piernas al tiempo que su corazón latía con rapidez.
—¿Qué haces? — la pregunta surgió desde el fondo de su garganta como un gemido cuando él alcanzó el borde de sus pudorosas bragas.
—Nada aun — fue la picara respuesta que llegó un segundo antes de que las ásperas puntas de sus dedos franquearan el paso, — pero pronto.
El aire se convirtió en calor en sus pulmones, la piel le ardió y todo el mundo giró sobre su eje cuando se sintió invadida, íntimamente invadida, por él.
—Oh….
—¿Sólo Oh? — aún sin ver Elana pudo percibir la risa en los bien formados labios de Sand — debo estar perdiendo mi toque.
Un dedo se deslizó en ella con la gozosa complicidad de sus propios jugos, el cuerpo entero se le encabritó, desde las corvas hasta el arco de la espalda, que se levantó para ofrecer sus pechos.
—Sand — gimió aferrándose a la recia espalda masculina.
—¿Si preciosa?
Una pregunta que exigía una respuesta
—Detente — pidió al tiempo que abría las piernas para él.
Al instante todo movimiento cesó para sorpresa y desagrado de Elana ¿No se suponía que él siguiera a pesar de sus reparos?
La ruda cadencia de una respiración bañaba sus pechos, a su pesar aventuro una mirada hacia la oscura cabeza de Sand.
No la miraba, su rostro, enterrado en el valle de sus pechos, permaneció vedado a ella.
—Dime que quieres— dijo y la promesa de una caricia vibró entre sus muslos, sin atreverse a nacer o a esfurarce.
—Yo…yo…— gimió desconcertada— no lo sé.
Él levantó su rostro y la miró con el ansia pintada en azul eléctrico, — Decide princesa — un tenue movimiento dibujó un círculo sobre su henchido clítoris. Elana se retorció violentamente y jadeo una maldición, sus caderas se levantaron como poseídas por una fuerza que no era la suya.
—Decide porque lo que pasé ésta noche será porque así lo quieres.
¿Qué esperas para follarme? Elana se sorprendió a si misma deseando que Sand mandara a la mierda cualquier convencionalismo social e hiciera con ella cualquiera de esas cosas sucias y perversas que un hombre hace con una mujer.
—¿Si? — la yema acaricio el tenso brote —o no— se retiró con la misma rapidez.
La mano de Elana se cerró sobre el oscuro cabello de Sand sintiendo los densos mechones entre sus dedos, sin ninguna delicadeza le dio un tirón. Necesitaba verlo, tenía que hacerlo antes de claudicar.
Las masculinamente cinceladas facciones de Sand estaban tensas, tenía las mejillas enrojecidas y los ojos febriles, moría por llenarla, por follarla hasta que los dos perdieran en sentido pero no lo haría a menos que ella también quisiera.
Maldita sea, pensó, justo hoy tenía que toparme con un caballero.
—Sí, si maldita sea— gruño la aprobación y al ínstate se sintió completamente penetrada.

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